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El reino heleno y sus decretos adversos

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El reino heleno y sus decretos adversos

Durante cientos de años se desarrolló en Grecia una cultura que obtuvo grandes logros en los campos de la ciencia, la filosofía, la literatura, el arte, la arquitectura, la estrategia militar y el sistema de gobierno. Su poderío fue creciendo hasta que en su zenit, bajo el mando de Alejandro de Macedonia, Grecia conquistó en tres años Asia Menor, la tierra de Israel, Egipto y todo el territorio del inmenso imperio persa hasta la India (desde el -334 hasta el -331 E. C.). Tras la muerte de Alejandro de Macedonia los enormes territorios que gobernaba se dividieron en varios reinos. A raíz de la conquista griega, su cultura se propagó y absorbió a todas las demás, creando una única gran cultura helena. La tierra de Yehudá fue también dominada por los griegos y la cultura helena se propagó en ella paulatinamente. Sin embargo, los judíos eran diferentes a las demás naciones, y por ello, el proceso de helenización en Yehudá fue relativamente más lento que en los demás dominios griegos. No obstante, a lo largo de ciento sesenta años de dominio la influencia fue incrementándose, especialmente entre las clases ricas, que construyeron un estadio para competencias deportivas junto al Santuario de Jerusalém. La situación llegó a un grado en el cual los Sumos Sacerdotes Yasón y Menelao eran de hecho parte de los líderes del partido helenizante y preferían asistir a las competencias que llevar a cabo sus obligaciones rituales en el Templo. 

En el año hebreo 3591, según nuestro conteo desde la creación del mundo (169 A.E.C.) y unos ciento sesenta años después de la conquista del país a manos de los griegos, Antíoco IV Epifanes comenzó a agravar su yugo sobre sobre el pueblo de Israel. Bajo su liderazgo los helenos saquearon los utensilios del Templo, penetraron las murallas de Jerusalém, mataron a miles de judíos y vendieron a muchos otros como esclavos. Dos años después Antíoco decretó que los judíos debían dejar la Torá y sus preceptos y rendir culto idólatra y todo ello so pena de muerte en caso de incumplimiento. Antíoco suspendió la ofrenda de sacrificios en el Templo y lo transformó en un sitio idólatra. Rollos de la Torá fueron rasgados y quemados. Sus soldados fueron de aldea en aldea obligando a los judíos a erigir altares para rendir culto pagano y comer cerdo. Se prohibió la circuncisión. Hubo valientes mujeres que por circuncidar a sus hijos fueron condenadas a muerte. A raíz de los decretos de asimilación forzada, muchos de los judíos fieles (jasidim) huyeron a los desiertos, a las cavernas o a otros países, y muchos murieron santificando el Nombre Divino.

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