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Una vez que la guerra contra los griegos fuera coronada con la victoria tanto en el ámbito militar como en el político, volvió a desatarse la guerra cultural. Precisábamos aun defendernos desesperadamente ante el enorme océano helenista que arrastraba a todas las culturas circundantes. La cultura griega era sumamente poderosa, y por ello consiguió expandirse por todo el mundo conocido, e incluso cuando Roma se transformó en el poder dominante en el mundo, desde el estricto punto de vista civilizatorio, la griega seguía siendo la cultura preponderante. En la práctica, a pesar de que la rebelión hizo retroceder el proceso de helenización este no se detuvo y pasadas unas décadas volvió a echar profundas raíces en Yehudá, especialmente en el seno de aquellos judíos que tenían contacto con el mundo. En tiempos del reino jashmonaí la mayoría de los helenizantes se denominaban saduceos (tzdukim). Ellos no pregonaban una asimilación absoluta, sino que eran de la opinión de que el marco de la nacionalidad judía y la fidelidad a la Torá Escrita se podía combinar o incluir la cultura griega en nuestra existencia nacional.
Una de las tragedias históricas es que tanto el nieto como el bisnieto de Matitiahu, que entregara su vida en la lucha contra la helenización, fueron tras los helenizantes y atacaron a los sabios de Israel que preservaban la tradición. Según esto, se puede entender la crítica que los sabios formularon contra la dinastía de los jashmonaím, en cuanto a que no habían procurado nombrar un rey de la tribu de Yehudá que sea descendiente del rey David, tomando para sí el puesto de Cohen Gadol junto con el liderazgo político, en un inicio bajo el título de Nasí (presidente) y luego bajo el rótulo de reyes. La dedicación a la función gobernativa afectó su desempeño como Sumos Sacerdotes cuya función es santificar al pueblo y reforzarlo en el cumplimiento de la Torá y los preceptos. Así, la influencia del helenismo fue intensificándose y muchos de los judíos abandonaron el camino de la observancia. Desde el punto de vista político, su reino tampoco fue completo, ya que perduró o existió bajo la égida de los reinos griegos y posteriormente la de Roma. Al final, los siervos de los jashmonaím, con Herodes a la cabeza doblegaron a la dinastía macabea, eliminaron a su descendencia y reinaron en su lugar. El deterioro continuó hasta que los romanos destruyeron el Segundo Templo y todo el país fue también destruido, por lo que la nación salió a un duro exilio de dos mil años y todas las maldiciones escritas en la Torá se cumplieron en nosotros.
