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El precepto de encender velas de Janucá

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El precepto de encender velas de Janucá

Es preceptivo que todo judío encienda velas en su hogar durante los ocho días de Janucá, que son aquellos durante los cuales ocurrió el milagro de la jarra de aceite y en ellos le agradecemos a HaShem por habernos ayudado a vencer a los griegos, liberar Jerusalém y purificar el Templo. 

El precepto implica encender cada día de la festividad una vela por cada residente del hogar, sin embargo, en virtud del gran cariño que el pueblo le profesa a esta festividad, proceden a observarlo con un doble nivel de excelencia, 'mehadrín min hamehadrín', agregándole una vela cada día para expresar el crecimiento del milagro, de modo tal que el primer día se enciende una vela, el segundo dos y el octavo ocho.

Uno de los miembros del hogar puede encender velas por todos y así acostumbran a hacerlo muchos de los sefaradíes, en cuyos hogares es el padre de familia quien lo hace. Los ashkenazíes y algunos de los sefaradíes suelen proceder con excelencia y cada uno de los miembros del hogar enciende una janukiá propia. Solamente las mujeres casadas suelen no encenderlas puesto que el encendido de su marido las incluye dado que los dos se consideran como una sola persona. Una mujer que así lo desee, puede también encender velas recitando las correspondientes bendiciones.

Previo al encendido se recitan dos bendiciones, la primera por el precepto: 'Bendito eres Tú HaShem, nuestro D's, Rey del universo, que nos ha santificado con Sus preceptos y nos ordenó encender la vela de Janucá' (lehadlik ner shel Janucá), y la segunda es una bendición de agradecimiento: 'Bendito eres Tú HaShem, nuestro Dios, Rey del universo, que hizo milagros a nuestros ancestros en aquellos días en este tiempo' (Sheasá nisim laavoteinu). El primer día de la festividad se agrega la bendición de shehejaianu. Inmediatamente después de recitadas las bendiciones se comienza a encender las velas. Muchos acostumbran a entonar las canciones de HaNerot Halalu (estas velas) y Ma'oz Tzur (Fortaleza, Roca de mi salvación) inmediatamente después de haber encendido las velas.

Es preceptivo que todos los miembros del hogar se reúnan para el encendido de velas y así el milagro se publicite en sus corazones. Ello resulta especialmente necesario en aquellas familias en las que solamente el padre suele encender velas. En caso de quienes no se encuentren en la casa durante el encendido, deberán procurar participar de uno en otra parte y responder Amén al escuchar el recitado de las bendiciones, o escucharla de boca del padre de la familia por medios electrónicos.

Un hombre o una mujer que se encuentran fuera de su hogar y duermen en una habitación propia, como en el caso de los estudiantes de ambos sexos, estos deben encender en su cuarto recitando las bendiciones correspondientes. En caso de hospedarse, si la costumbre de los anfitriones es que solamente el padre de familia encienda, habrán cumplido con su deber por medio de este encendido. Si la usanza de los anfitriones es que cada uno encienda, así deberán hacerlo los huéspedes.    

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