El precepto de mantener relaciones íntimas (oná)
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El precepto fijo y lo que se le agregó

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El precepto fijo y lo que se le agregó

Además del deber fijo implícito en el precepto de oná, que para el común de las personas se cumple dos veces a la semana, es preceptivo para todo marido corresponder a su mujer cuando ella tiene deseo por él, a condición de que su estado le permita llevar a cabo la unión con la alegría correspondiente. Resulta entonces que el precepto de oná tiene dos partes: una son los contactos periódicos fijos en los que se pone de manifiesto y se corresponde de modo permanente el vínculo de amor que los une. La segunda, cuando se despierta el deseo en uno de los miembros de la pareja, y entonces es preceptivo para el otro ser receptivo y atender este deseo en toda la medida de sus posibilidades. 

Aparentemente, correspondería preguntar respecto de la primera parte, ¿por qué la Torá le establece a la pareja tiempos fijos para expresar su amor y no les permite cumplir el precepto según su libre voluntad? Ocurre que con el pasar de los años las preocupaciones de la vida pueden incrementarse y como el contacto físico ya no resulta novedoso ni especial como antaño, pueden posponerlo por cansancio, por cualquier otra situación preocupante o bien por malestares corporales varios. Y aunque en cada oportunidad ambos dejen sin efecto el precepto de común acuerdo, en la práctica el vínculo amoroso se resiente y en su fuero interior, cada uno de los cónyuges se lamenta de que la otra parte ya no lo desee como antes. El hecho de que el otro no tome la iniciativa causa en el cónyuge la pérdida de interés, y de ese modo el enojo y el distanciamiento se acumulan. Esa es la función que cumple el precepto al ordenarle a la pareja el cumplimiento de los contactos en sus tiempos prefijados, y solo en circunstancias especiales, en caso de estar particularmente tensos podrán dejar sin efecto el contacto de común acuerdo. Otro motivo por el cual se establecieron tiempos fijos para mantener relaciones es que el precepto de oná debe ser cumplido con suma atención para que la alegría resulte completa, por ello los sabios calcularon cuántas veces por semana un hombre puede hacerlo como corresponde. Empero, si el hombre lo lleva a cabo más veces, se teme que el contacto sea superficial y tenga por único objetivo saciar su deseo, sin deleitar a su mujer como debería y de ese modo la alegría especial del cumplimiento del precepto irá languideciendo. Si la mujer es aquella que desea mantener relaciones con mayor frecuencia, más allá de las posibilidades físicas de su marido, se teme que este padezca complicaciones psicológicas y hasta impotencia. Un hecho lamentable es, que en la sociedad moderna que no cuida la vida de pareja ni el matrimonio como corresponde, existe una profusión de personas que viven solas, al punto de que se encontró que en determinadas grandes ciudades de occidente, la mayoría de los adultos no mantuvieron relaciones sexuales durante el último año, amén de muchas personas casadas que no mantienen relaciones íntimas con sus parejas con una frecuencia superior a una vez al mes.

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