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El precepto de mantener relaciones íntimas (oná)

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El precepto de mantener relaciones íntimas (oná)

El elemento principal del precepto de contraer matrimonio es que los cónyuges se unan con amor. La expresión más clara de su unión es por medio del precepto de la alegría de las relaciones íntimas (simjat oná) ya que estas los fusionan por completo en alma y cuerpo, queriendo cada uno de ellos alegrar a su pareja en la mayor medida posible hasta alcanzar el punto máximo de alegría (el orgasmo). El vocablo oná es de doble significado: 1) Refiere a tiempo y a recurrencia, o sea, que este precepto precisa cumplirse con una frecuencia fija. 2) Implica 'atender' (una suerte de correspondencia), cada uno de los cónyuges debe ser atento el uno hacia el otro en proveer placer y alegría. 

Dado que desde un punto de vista físico el vigor sexual masculino es limitado, y no puede cumplir este precepto con la misma frecuencia que la mujer, por lo que la asiduidad de las relaciones se fija de acuerdo con las posibilidades del marido. Personas jóvenes y sanas en días de vacaciones y descanso están preceptuadas de hacerlo todas las noches; trabajadores comunes están preceptuados de hacerlo dos veces a la semana; personas que tienen trabajos pesados – una vez a la semana. Cuando la pareja está satisfecha, es apropiado que mantengan relaciones dos veces a la semana que es la frecuencia promedio de todas las personas durante la mayor parte de su vida. En el caso de los jóvenes es más apropiado que lo hagan tres veces a la semana, y en el de las personas ancianas solo una vez. Además, se debe cumplir el precepto en la noche de la inmersión ritual, así como en la noche anterior a que uno de los cónyuges salga de viaje. Esto es así si la mujer está pura, pero durante los días de la nidá todo contacto sexual queda prohibido. 

El precepto debe cumplirse con gran pasión y alegría, procurando cada uno de los cónyuges deleitar y alegrar al otro en la mayor medida posible. El hombre debe alegrar a su mujer hasta que esta alcance el punto máximo de alegría. De no ser así, puede surgir una frustración, ya que el acercamiento al clímax genera tensión corporal y anímica que se libera con la alegría tras alcanzarlo. En caso de no producirse, la mujer puede quedar tensa y frustrada. Es deber de la mujer ser receptiva y participar del precepto todo lo que le sea posible ya que, de no mediar su voluntad y su esmero en aras de incrementar la alegría en la pareja, su cumplimiento no es posible. Sin embargo, cuando la mujer se encuentra cansada o tensa, al punto de que le resulta difícil alcanzar la cúspide de su alegría, es razonable conformarse con un contacto sexual placentero sin alcanzar el clímax ya que de este modo igualmente se cumple con el precepto.  No obstante, es correcto esmerarse para que ello no ocurra a menudo. El precepto no es que la mujer alcance la máxima alegría durante la unión, sino que es posible que primero el hombre alegre a su mujer hasta el máximo y luego se unan por completo. 

Cuanto más se alegren los cónyuges el uno al otro en los tiempos estipulados para el precepto, mejor. Esto también se desprende del precepto de "Amarás a tu prójimo como a ti mismo", el cual indica que cada cónyuge debe preocuparse por el bienestar del otro en toda la medida de sus posibilidades. Si el hombre priva a la mujer de un placer que podría alegrarla la está perjudicando en gran manera ya que es la única persona que puede brindarle esta alegría.  Si la mujer es la que priva a su marido de este placer que lo alegra, lo perjudica de gran manera ya que nadie en el mundo puede colmar su carencia. Este precepto recibe el nombre de Derej Eretz (lit. 'el camino en la tierra'), ya que toda persona sana anhela el vínculo placentero entre marido y mujer, y es la mayor alegría concreta que tiene un ser humano en este mundo. Un hombre o una mujer que no anhelan este vínculo deben procurar curarse por todos los medios para poder llevar a cabo su conexión mutua con alegría.

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