Es un gran precepto alegrar al novio y a la novia, y a su vez es preceptivo que las familias preparen un banquete importante en el que se sirva carne y vino. Se trata de la comida más importante y destacada de todas las comidas preceptivas (se'udot mitzvá), más incluso que las comidas sabáticas o festivas. Para honrar el enlace e incrementar la alegría las personas reunidas se visten con prendas festivas e intentan hablar entre sí palabras de regocijo y amistad. El punto concluyente es cuando se otorga el obsequio y se expresan palabras de bendición, elogio y estímulo a los novios. Para que reine la alegría en el evento, se acostumbra en el pueblo de Israel a contratar músicos y a bailar en la fiesta, cantar delante de los novios palabras de alabanza a D's y halagos a la belleza y el recato de la novia. Nuestros sabios dijeron que todo aquel que alegra al novio y a la novia tiene el mérito de adquirir Torá, es como si ofrendase un sacrificio de agradecimiento en el Templo y reconstruyese una de las ruinas de Jerusalém. Aparentemente, cabría preguntar por qué es necesario esmerarse en alegrar a los novios si se supone que ellos están alegres por el mero hecho de estar casándose. Ocurre que el objetivo de este precepto es ampliar su alegría particular y transformarla en una general, para que los novios sientan y sepan cuán grande es realmente el día en el que logran formar una familia.