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La lectura de la Meguilá

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La lectura de la Meguilá

Es preceptivo que todo judío lea o escuche la Meguilá dos veces: tanto en la noche de Purim como por la mañana. El objetivo del precepto es publicitar el milagro por medio del cual se reveló que HaShem dirige el mundo y es providente, orientando todo hacia un buen propósito, y que incluso las peores desgracias, finalmente resultan ser para bien.

Previo a la lectura de la Meguilá se recitan tres bendiciones: '...que nos ordenó leer la Meguilá' (Al Mikrá Meguilá), '…que hizo milagros a nuestros ancestros en aquellos días en este tiempo' (SheAsá Nisim), '… que nos ha dado vida, nos sostuvo y nos ha permitido llegar a este momento' (Shehejeianu). Tras la lectura de la Meguilá se acostumbra a recitar una bendición de alabanza y agradecimiento. Es preceptivo llevar a cabo la lectura ante un público numeroso, y cuanto menos ante un minián. Cuando no resulta posible leerla con minián debe igualmente cumplirse el precepto, aunque se carezca de este.

Se lee de un pergamino escrito con tinta. Si el lector se saltea una de las palabras, o si se equivoca en la pronunciación de una de estas, la lectura carece de validez, debiéndose volver a leer correctamente el vocablo en cuestión. Asimismo, en cuanto a quien escucha la lectura, debe oír toda la Meguilá, y en caso de no haber escuchado una palabra no cumplió con el precepto. Por ello, se procura seguir la lectura con un libro impreso, de modo tal que en caso de no oír bien una palabra se la pueda completar del libro.

Niños: A partir del momento en que los niños pueden comprender el contenido de la Meguilá y oír toda la lectura como corresponde es preceptivo educarlos en escucharla. Por lo general, los niños adquieren estas habilidades a la edad de nueve años. Es una buena costumbre traer a niños aún más pequeños a la lectura pública de la Meguilá, en edades de cinco o seis años a condición de que estos no molesten. En tiempos de los sabios medievales (rishonim), hace cuestión de unos setecientos años, comenzó a expandirse principalmente en Ashkenaz la costumbre de producir ruido al escucharse el nombre de Hamán durante la lectura. Aparentemente, de este modo deseaban expresar su repudio a los malvados que los perseguían y la alegría por su derrota. Hay quienes no siguen esta costumbre, y hay quienes inclusive se oponen a seguirla porque el ruido producido molesta a los efectos de seguir la lectura con la apropiada atención.

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