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El precepto de eliminar a Amalek recae sobre todo el pueblo de Israel, tal como dijeron nuestros sabios, al ingresar a la tierra de Israel se nos ordenaron tres acciones: 1) Coronar un rey. 2) Eliminar a la descendencia de Amalek. 3) Construir el Santuario. Una vez que el pueblo de Israel se consolidó en su país y el rey Shaúl fue coronado, el profeta Shmuel les encomendó eliminar a la descendencia de Amalek. Sin embargo, el rey Shaúl no cumplió el precepto como debía. En su guerra contra Amalek no persiguió a todas sus huestes y se apiadó de su rey Agag y de la mejor parte de su ganado y rebaños. A raíz de ello, HaShem transfirió el reinado a David. Sin embargo, el daño perpetrado era ya enorme, por causa de la debilidad y la compasión muchos de los amalecitas quedaron con vida, continuaron siendo enemigos del pueblo de Israel y de ellos nació luego Hamán, aquél que quiso exterminar a toda nuestra nación.
En la actualidad se perdió la línea genealógica de Amalek y ya no hay personas que se sepan descendientes de este pueblo ni continúen con su legado. Sin embargo, seguimos estando preceptuados de recordar lo que esta nación nos infligió, al igual que perduró nuestro deber eliminarlo, para así inspirarnos en el arte de librar una guerra sin cuartel contra las sociedades malvadas que consagran su vida al asesinato y el terrorismo.
