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Es precepto para los padres enseñar Torá a sus hijos y educarlos en el cumplimiento de los preceptos, y en la medida en que el entendimiento del niño se desarrolla, se le va enseñando más y más Torá. Otro tanto ocurre con los preceptos. Todo mandato que el niño sea capaz de comprender cómo se realiza, se le enseña a cumplirlo. Alrededor de la edad de seis años el niño ya es capaz de estudiar formalmente, y, por ello, comienza a asistir a la escuela. Respecto a las prohibiciones la regla es distinta, y ya antes de que el bebé sea capaz de entender los preceptos los padres tienen prohibido hacerle incurrir en transgresiones tales como darle de comer alimentos prohibidos.
Es preceptivo para los padres educar a sus hijos para una vida de Torá, una conducta virtuosa y ética. Si bien los padres recurren a la ayuda de los maestros y educadores, la responsabilidad general de la educación de los niños continúa siendo suya. El fundamento de la educación es el ejemplo personal, ya que cuando los niños ven que sus padres están felices con cuanto poseen, aman la Torá y se apegan a los preceptos, se dedican a poblar el mundo y no persiguen suntuosidades ni honores, se alegran con sus amigos, ayudan al semejante y tratan a todas las personas con respeto y ética, ellos desean seguir sus pasos. Además, los padres deben hablar con los niños sobre aquello que los abruma, y guiarlos en cómo tratar a sus amigos. Por supuesto que los estudios escolares deben contar también con el estímulo y la inspiración de los padres. Para ello, deben mandar a los niños a estudiar con alegría, inducirlos a estudiar, seguir de cerca sus avances y estar en contacto con sus maestros. Los padres deben también conversar con los niños sobre temas relativos a la fe y a los valores que guían sus vidas, y de ese modo cultivar en su seno la creencia en HaShem y en la misión especial que se les habrá de encomendar cuando sean adultos, para que cuando crezcan puedan escoger el camino adecuado en aras de aprovechar su talento y reparar el mundo.
