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Los días de Janucá para todas las generaciones

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Los días de Janucá para todas las generaciones

En días del Segundo Templo, el reino griego decretó sobre el pueblo de Israel que abandonen la Torá y los preceptos, irrumpieron en el Santuario y lo profanaron. Cuando los jashmonaím se impusieron sobre los helenos purificaron el Templo, y al procurar encender las velas de la menorá (candelabro) no encontraron aceite puro salvo una sola jarra que estaba sellada con el sello del Cohen Gadol (Sumo Sacerdote) y alcanzaba para un solo día, les aconteció un milagro y la encendieron por ocho días. Al año siguiente, nuestros sabios establecieron que esos ocho días fuesen festivos para alabar y agradecer a HaShem por el milagro de la victoria y en recuerdo de lo ocurrido con la jarra de aceite se enciendan velas. Nuestros sabios fijaron muchos otros días festivos en virtud de las salvaciones que HaShem obró con el pueblo de Israel en días de los jashmonaím, por ejemplo, el Día de Nicanor el 13 de Adar, en el cual se derrotó a una gran formación militar griega y se logró matar a su comandante Nicanor, o el 25 de Marjeshván, fecha en la cual se conquistó el Shomrón (Samaria) y se lo comenzó a poblar. Sin embargo, luego de que el Segundo Templo fuese destruido, estas festividades quedaron anuladas y solamente los días de Janucá permanecieron festivos para las siguientes generaciones, por el mérito del encendido de las velas.

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La revuelta de los jashmonaím

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La revuelta de los jashmonaím

La enorme presión sobre el judaísmo hizo que se encendiese la chispa del alma judía, y cuando los helenos llegaron a la localidad de Modi'in y procuraron obligar a Matitiahu hijo de Yojanán el Sumo Sacerdote a rendir culto idólatra, Matitiahu se alzó matando tanto al griego como al helenizante que lo acompañaba. La innovación en su reacción radicó en que en vez de morir santificando el Nombre de D's como el resto de los jasidim, optó por matar al enemigo, y junto a sus hijos izó la bandera de la rebelión contra los griegos y contra la helenización. La guerra, que fue comandada por su hijo Yehudá, resultó sumamente dura, mas con heroísmo y genio militar los jashmonaím vencieron a las huestes griegas. Tras unos dos años lograron liberar la ciudad de Jerusalém del gobierno extranjero, y el 25 de Kislev del año 3596 (164-5 A.E.C.), comenzaron a purificar el Templo y a restituir a la normalidad la ofrenda de sacrificios. Fue entonces que ocurrió el milagro de la jarra de aceite. 

Luego, los griegos regresaron al mando de grandes tropas conquistando Jerusalém e imponiendo cohanim helenizantes en el Templo. Pero a los efectos de no agravar la tensión existente con los judíos, anularon los decretos asimilatorios y permitieron a los hijos de Israel observar la Torá y sus preceptos. Sin embargo, la revuelta ya no se detuvo, los jashmonaím continuaron combatiendo a los griegos y a la helenización. La guerra conoció altibajos, los hermanos jashmonaím combinaron valentía con diplomacia y artimañas hasta que, tras décadas de combates, lograron obtener la independencia política. Esta soberanía funcionó bajo una cierta tutela de los grandes reinos de la época, primeramente Grecia y luego Roma. Sin embargo, de todas maneras, el gobierno fue de judíos y para judíos. 

Aparentemente, puede suponerse que, si los griegos se hubiesen armado de paciencia, al final la región de Yehudá se habría helenizado al igual que el resto de las naciones circundantes. Sin embargo, la mano oculta de D's que actúa a lo largo de las generaciones endureció el corazón de Antíoco y forzó el enfrentamiento, el cual hizo que se revelasen tanto la fe como la entrega y el heroísmo judíos.

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Los logros espirituales para todas las generaciones

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Los logros espirituales para todas las generaciones

A pesar de todos los problemas atravesados, las victorias de los jashmonaím fueron sumamente valiosas. El crecimiento de la población judía se intensificó, los judíos vinieron desde la diáspora para vivir en la tierra de Israel, la población judía se expandió por todos los confines del país y el pueblo judío que había pasado por la destrucción y el exilio se reconstruyó en gran manera. Bajo la protección que concedió la independencia política parcial que se extendió por casi doscientos años, la tierra de Israel volvió a ser el centro nacional y espiritual del pueblo de Israel. Las Casas de Estudio florecieron y se expandieron. En aquellos días se estableció el fundamento espiritual del estudio de la Torá Oral, en virtud del cual el pueblo de Israel preservó su fe y su doctrina durante los dos mil años de duro exilio. Si bien el Templo fue destruido y todos los logros políticos de los jashmonaím quedaron sin efecto, el estudio de la Torá Oral que se desarrolló y reforzó en aquellos días perduró para siempre. Matitiahu y sus hijos tuvieron el mérito de que gracias a su entrega y abnegación se revelaron el fundamento profundo de la Torá y la singularidad del pueblo de Israel. Sin embargo, la dinastía de los jashmonaím, con sus complejidades y problemáticas, resultó ser un reinado temporario el cual no conmemoramos de un modo especialmente festivo. 

A través del milagro de la jarra de aceite, se aclaró que la victoria militar sobre los griegos no fue solamente de carácter político y temporario sino espiritual, cuya influencia perdura por siempre. Por ello, nuestros sabios establecieron que se continúen observando los días festivos de Janucá incluso después de la destrucción del Segundo Templo, por medio del encendido de velas durante los ocho días, agradeciendo y alabando a D's por la salvación, la victoria y la redención.

Con el correr de los años, resultó que el milagro fue mucho mayor, no solamente logramos sobrevivir dentro del océano helenista que inundó al mundo, sino que, por medio de un proceso lento y complejo, el judaísmo pulverizó los fundamentos paganos del helenismo. La fe en un solo D's, los valores morales y la aspiración a reparar el mundo que son los fundamentos de la Torá se fueron propagando entre las naciones del mundo hasta que por caminos tanto directos como sinuosos (el cristianismo y el islam) se transformaron en la base de todo lo bueno que posee la cultura universal. Cuanto más se prolongó el exilio más brillaron la luz de la Torá y del pueblo de Israel, y continuarán brillando hasta que tengamos el mérito de traer un aceite nuevo y puro de las olivas de nuestra tierra, del cual encenderemos la menorá del Santuario, y el mundo todo se colmará de conocimiento de D's, pronto en nuestros días, Amén.

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La luz que ilumina las tinieblas – la Torá Oral

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La luz que ilumina las tinieblas – la Torá Oral

La festividad de Janucá cae en una temporada en la cual las noches son las más extensas del año, la luna tampoco alumbra, la oscuridad alcanza su punto máximo y el frío invernal se extiende sobre todo el país. Cuando el sol se pone y la oscuridad comienza a cubrir la tierra, los judíos salen con candelas en sus manos, encienden las velas de Janucá y de ese modo representan a la formidable fe judía que supera todas las tinieblas. Aun en los períodos más sombríos, cuando enormes imperios dominaban cruelmente al mundo los judíos no perdieron sus esperanzas en la luz de la Torá y de la fe y continuaron estudiando y enseñando, demostrando al mundo entero cómo incluso un poco de luz puede alumbrar a la oscuridad.

Los de Janucá son días de la alegría de la Torá Oral, porque tanto el festejo como el encendido de velas son de los primeros preceptos que fijaron nuestros sabios, y específicamente el de las candelas, expresa la luz singular de la Torá Oral que es capaz de alumbrar en las profundidades de la penumbra. En los días del Primer Templo, la profecía era común en el pueblo de Israel, y por ende, los judíos se dedicaban principalmente a la Torá Escrita, o sea, a las grandes revelaciones proféticas. Luego de la destrucción del Primer Templo y tras la desaparición de la profecía, llegó el momento de la Torá Oral. Los principios fueron fijados por la Torá Escrita y el modo de llevarlos a la práctica fue pavimentado por los sabios de la Torá Oral. Si bien la luz de la Torá Escrita brilla más, asemejándose al sol del mediodía, al tiempo que la de la Torá Oral se parece más a la luna y a las estrellas por su menor resplandor, sin embargo, esta última es capaz de descender hasta los sitios más recónditos del alma humana e iluminar en todos los rincones oscuros del mundo. En tiempos del Segundo Templo se estableció la base del orden del estudio de la Torá Oral, se fijaron todos sus reglamentos, límites y costumbres y de ese modo la luz de la Torá fue traída de la dimensión eterna hacia este mundo y gracias a ella pudimos enfrentar las dificultades del exilio. Las velas de Janucá expresan las diminutas luminarias de la Torá Oral que alumbran todos los sitios oscuros. El incremento diario en el número de velas expresa el aumento de luz que se va reforzando paulatinamente hasta que tengamos el mérito de iluminar todas las penumbras. Tanto los ocho días festivos como las velas, expresan el objetivo de reparar al mundo que fue creado en siete días, aludiendo al grado ocho que está por encima de la naturaleza y por cuyo intermedio es posible elevar y reparar al mundo entero bajo la Soberanía de HaShem.       

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Agradecimiento y alegría

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Agradecimiento y alegría

Para agradecer y alabar a D's por la salvación que obró con Israel, nuestros sabios instituyeron que se recite la plegaria de 'Al HaNisim' tanto en el rezo de la Amidá como en el Birkat HaMazón. Asimismo, es preceptivo para los hombres recitar la plegaria del Halel durante el rezo de la mañana cada uno de los ocho días festivos, al tiempo que para las mujeres se trata de un precepto de cumplimiento opcional.

Los días de Janucá fueron establecidos como un tiempo de alabanza y agradecimiento, pero a diferencia de la festividad de Purim en la que resulta obligatorio fijar una comida festiva y un banquete, en Janucá no es obligatorio hacerlo, ya que en el tiempo en que sucedieron los eventos históricos vinculados a Purim se había decretado el exterminio físico total sobre el pueblo de Israel y por ello es preceptivo alegrarse también mediante el cuerpo y a través de la comida y la bebida. Por su parte, en Janucá la victoria fue espiritual, ya que el decreto de los griegos fue únicamente contra el cumplimiento de los preceptos, y quien aceptaba helenizarse se salvaba. Por ello, el tema central de los días de Janucá es la cuestión espiritual, agradecer y alabar a HaShem por habernos ayudado a preservar y observar la Torá y sus preceptos. Y si bien no resulta obligatorio, es preceptivo llevar a cabo comidas de celebración en Janucá, a condición de que en ellas se digan palabras de fe y Torá sobre cuestiones vinculadas a la festividad y a las lecciones históricas que arroja para nuestros días. 

Hay quienes acostumbran a comer en Janucá alimentos fritos en aceite, tales como sufganiot y levivot, en recuerdo del milagro que tuvo lugar por medio del aceite. Otros, acostumbran a comer alimentos lácteos y quesos en recuerdo del milagro que tuvo lugar por su intermedio, ya que los griegos habían decretado que toda novia, antes de su boda, fuese violada por el general gobernante, y cuando llegó el turno de Yehudit hija de Yojanán el Cohen Gadol, ella le dio de comer al heleno alimentos lácteos y una vez que este se adormeció lo mató y el pueblo de Israel fue salvado. Si bien este hecho aconteció un par de años antes de que estallase la rebelión de los jashmonaím, el recuerdo del heroísmo de esta mujer impulsó o promovió la valentía de los macabeos que finalmente osaron rebelarse contra los griegos.

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El precepto de encender velas de Janucá

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El precepto de encender velas de Janucá

Es preceptivo que todo judío encienda velas en su hogar durante los ocho días de Janucá, que son aquellos durante los cuales ocurrió el milagro de la jarra de aceite y en ellos le agradecemos a HaShem por habernos ayudado a vencer a los griegos, liberar Jerusalém y purificar el Templo. 

El precepto implica encender cada día de la festividad una vela por cada residente del hogar, sin embargo, en virtud del gran cariño que el pueblo le profesa a esta festividad, proceden a observarlo con un doble nivel de excelencia, 'mehadrín min hamehadrín', agregándole una vela cada día para expresar el crecimiento del milagro, de modo tal que el primer día se enciende una vela, el segundo dos y el octavo ocho.

Uno de los miembros del hogar puede encender velas por todos y así acostumbran a hacerlo muchos de los sefaradíes, en cuyos hogares es el padre de familia quien lo hace. Los ashkenazíes y algunos de los sefaradíes suelen proceder con excelencia y cada uno de los miembros del hogar enciende una janukiá propia. Solamente las mujeres casadas suelen no encenderlas puesto que el encendido de su marido las incluye dado que los dos se consideran como una sola persona. Una mujer que así lo desee, puede también encender velas recitando las correspondientes bendiciones.

Previo al encendido se recitan dos bendiciones, la primera por el precepto: 'Bendito eres Tú HaShem, nuestro D's, Rey del universo, que nos ha santificado con Sus preceptos y nos ordenó encender la vela de Janucá' (lehadlik ner shel Janucá), y la segunda es una bendición de agradecimiento: 'Bendito eres Tú HaShem, nuestro Dios, Rey del universo, que hizo milagros a nuestros ancestros en aquellos días en este tiempo' (Sheasá nisim laavoteinu). El primer día de la festividad se agrega la bendición de shehejaianu. Inmediatamente después de recitadas las bendiciones se comienza a encender las velas. Muchos acostumbran a entonar las canciones de HaNerot Halalu (estas velas) y Ma'oz Tzur (Fortaleza, Roca de mi salvación) inmediatamente después de haber encendido las velas.

Es preceptivo que todos los miembros del hogar se reúnan para el encendido de velas y así el milagro se publicite en sus corazones. Ello resulta especialmente necesario en aquellas familias en las que solamente el padre suele encender velas. En caso de quienes no se encuentren en la casa durante el encendido, deberán procurar participar de uno en otra parte y responder Amén al escuchar el recitado de las bendiciones, o escucharla de boca del padre de la familia por medios electrónicos.

Un hombre o una mujer que se encuentran fuera de su hogar y duermen en una habitación propia, como en el caso de los estudiantes de ambos sexos, estos deben encender en su cuarto recitando las bendiciones correspondientes. En caso de hospedarse, si la costumbre de los anfitriones es que solamente el padre de familia encienda, habrán cumplido con su deber por medio de este encendido. Si la usanza de los anfitriones es que cada uno encienda, así deberán hacerlo los huéspedes.